sábado, 20 de enero de 2007

Café

Durante un año estuve haciendo una ruta de madrugada; mi despertador sonaba a las cuatro de la madrugada, me despertaba con la felicidad propia de tales horas (es decir, cagándome en todo el santoral), desayunaba y salia hacia el trabajo. A las cinco mi camión salía en dirección Granada. A esas horas la autovía son dos rallas, el paisaje se podría pintar con tinta china y solo conducen cuatro desgraciados a los que no les queda otro remedio. Mas o menos a mitad de camino me entraba un sueño peligroso y un hambre canina, así que paraba en cualquier sitio me tomaba un café y unos donuts, me remojaba la cabeza y al camión de nuevo.
Hasta que una noche me paré en una gasolinera con cafetería y tienda, que no es que me gusten mucho estos sitios, suelen ser demasiado fríos, pero tenia sueño y era el primer sitio que veía abierto. Así que entré pedí mi café y mis donuts, la camarera me puso el café y me sonrió... una sonrisa satisfecha y feliz, le sonreían hasta los ojos. Y se me quito el sueño y el mal humor de un plumazo. La chica llevaba desde las cinco poniendo cafés, atendiendo la gasolinera y fregando platos y sonreía. Me fui de allí sonriendo, puse el CD de Silvio en el reproductor y disfruté de la carretera.
Durante todo el tiempo que estuve haciendo la ruta pare allí a tomar café, a las seis de la madrugada un café con una sonrisa no tienen precio.

1 comentario:

BarakKhazad dijo...

Leer posts así tampoco tiene precio...
¡Bravo!
Me encanta esta historia.
La verdad es que en el mundo que vivimos, aquí, allí, a las 5, a las 12, una camarera, un taxista, un ingeniero, una vendedora de cupones, o un camionero... una sonrisa no tiene precio... Q lástima...
Y sin embargo... :-)

Creu deberías haberle pedido el teléfono a aquella chica! ;-)